Ese
mismo día, la policía le venía haciendo seguimiento a Mechas, quien durante el
día estuvo con algunas mujeres en varios centros comerciales. Se movían en un
taxi, que los transportaba y el conductor al tiempo los acompañaba cargando las bolsas de
las compras.
Su actitud era la de
un gay, muy femenino, que admiraba a cuanto hombre hermoso observaba en los
Centros comerciales. Ese era su plan cuando se encontraba aburrido. “Ir de
cacería” ─Frase que la Mechas Utilizaba mucho─, a un parque, a un gimnasio o a
un centro comercial a observar hombres o “papis” como el los llamaba.
En los Centros
comerciales, mientras sus amigas, hacían las compras, ella, se sentaba y los
seguía con la mirada. Sin darse cuenta uno de esos hombres al que se quedó mimando
en el Centro comercial, lo había visto ya en tres ocasiones ese día, pero no le
prestó atención a esos detalles, porque todos los “lindos” le parecían igual.
Ya entrada las seis
de la tarde, Mechas con las dos mujeres y el conductor del taxi, salieron del
centro comercial después comer un helado y salir sonriente,
moviendo la cabellera. De allí se fueron directamente a una de las discotecas
que manejaba en el sur, donde a veces se quedaba a dormir. Allí tenía preparada
una despedida para las dos amigas que saldrían al día siguiente. Una para
España y otra para Bélgica.
Ya Mery y Amanda les
habían dicho, que hicieran con ellas todo el recorrido y las capturaran en
aquellos países, junto con los socios de Tom, de los cuales ya les habían dado
las descripciones de los lugares donde vivían.
Esa noche, La mechas
y sus acompañantes, fueron el centro de atención de la discoteca. La Mechas
bailaba como loca, junto con sus amigas, cantaba, se subía a la barra y hacía
ademanes de estriptis pero sin quitarse la ropa, mostraba las piernas y se
llevaba el dedo a la boca de manera sensual.
A media noche, llegó
un invitado de las amigas de Mechas, que
trabajaba como prepago para hombres gay. Le pusieron como tarea conquistar a la
Mechas, sin que aquella se diera cuenta que era un enviado de ellas. Así lo
hizo, y la mechas al verse cortejada por un “hombre papi”, sonreía y bailaba de
forma sensual, mientras bebía vodka con jugo de naranja que era su bebida favorita.
Aquel joven se acercó
a bailar con La mechas, quien con un poco de vergüenza y un poco de emoción, continuó
con su baile mientras las amigas se separaban un poco, haciéndole señas con los
dedos pulgares levantados.
Después de bailar por
un largo rato, el joven que ya estaba pago, se le acerca al oído a la Mechas y
la invita a ir a otro lugar a terminar la fiesta. La mechas lo separa con las
manos pero sonriendo. Luego se voltea de espaldas a seguirle bailando. Cuando
termina la canción, es la Mechas quien se acerca al oído de aquel y le dice:
─Vamos arriba. Ese
será el otro lugar para continuar la rumba.
Suben al segundo
piso, donde la Mechas tiene una pequeña habitación con baño
privado, su cama y ropa para cambiarse. Abre la habitación, y lo empuja de una
vez hacia la cama, se le va encima y le quita de una vez la correa del
pantalón. Entra al baño y regresa con una bolsa que tenía llena de cocaína. El
joven queda sentado en la cama, mientras La mechas, se arrodilla un poco y
absorbe, le brinda aquel joven que le estira la mano, en señal de solicitud. Le
sirve un poco en la mesa de noche hecha de vidrio trasparente que tenía en una
esquina. Luego lo llama para que consuman juntos. La Mechas se va al baño y
luego regresa casi semidesnuda, con un sostén y unas tangas brasileras.
Aquel joven aprovecha
que La Mechas estaba en el baño, saca un poco de escopolamina que tenía en el
bolsillo de su pantalón, y se la cambia por la cocaína. Luego invita a la
Mechas a consumir el último que le sirvió. La Mechas, se rehúsa y lo toma de las
manos, para que la acompañe a la cama, este le insiste y la hace llegar hasta
la mesita a absorber el poquito de polvo blanco de aquella sustancia.
Poco a poco la Mechas
se va quedando adormecida, hasta que aquel joven la lleva y la deja en la cama.
Mientras tanto, entra el baño, y de un cajón que tenía debajo del lavamanos, le
saca casi un kilo de cocaína que tenía allí y unos diez millones de pesos en
efectivo. Los mete en un bolso, y baja de aquella habitación, esquivando
encontrarse con las amigas de La mechas.
Sale de la Discoteca.
Afuera mientras espera taxi, mira para todos lados. Una camioneta se le acerca
y lo hace subir a la fuerza. Unos policías infiltrados, que habían recibido la llamada
de uno de los hombres que tenían dentro, los habían alertado de la situación. Sorpresa
para aquel joven cuando le encontraron, esa cantidad de dinero y toda esa droga
encima.
Después que les contó
lo que había hecho, lo hicieron devolver y quedarse allí con La mechas hasta
que se levantara al día siguiente, para que no les fuera dañar la estrategia
que tendrían.
Al mediodía siguiente
La Mechas se despierta con dolor de cabeza, y el joven que no había podido
dormir, durante la noche, le pasa unas pastillas que le habían dado los
policías para que se las diera y pudiera trabajar de forma normal.
Las amigas que ya se
dirigían rumbo a sus destinos, no se pudieron despedir de La mechas; porque
sabían que se disgustaría si la molestaban estando en una noche de pasión con
un hombre. La Mechas mira el reloj, y al no poder ver bien la hora, le pregunta
a su acompañante
─¿Qué hora es?
Este le responde─. Es
la una de la tarde.
La Mechas trata de
saltar de aquella cama pero aun siente dolor de cabeza, se devuelve un poco en
sí y le pregunta:
─Y usted que hace
todavía aquí. Eso es extraño, por más que yo beba o meta perico, nunca me he
sentido así, y más raro aun que usted todavía esté aquí.
Lo decía porque
dentro de su manual de vida sexual, tenía que nunca dejaba a un hombre quedar
en la cama toda la noche con él. Solo sexo y los despedía.
Pero aunque todo
aquello le parecía raro, decidió ingresar al baño, lo primero que hizo fue
revisar que todo estuviera en su lugar. Y si, allí estaba, se dio un baño que
duró más de veinte minutos y cuando salió aquel joven ya no estaba.
Tomó su celular y
empezó a llamar a sus amigas, pero estas no le contestaron, iban viajando y
tenían sus celulares apagados.
Se volvió a tirar en
la cama y se quedó otra vez dormido. Solo lo despertó, el estruendo de pasos y
mesas tiradas, debajo de aquel lugar. Había dormido cuatro horas más y la
policía lo había despertado, al momento de ingresar a su habitación y decirle:
─ Alias “La Mechas”,
queda detenido.
─”La muerte”. Se me
acabó el reinado - dice la Mechas.
Aún estaba con
secuelas de la escopolamina, y no dijo más nada. Le hicieron ponerse una ropa
adecuada porque estaba vestido con pijama femenina. Allí mismo le leen sus
derechos y lo llevan a la cárcel.
Minutos antes habían
capturado a varias personas en Madrid, España y Ámsterdam –Holanda. Toda la
Organización de Tom, quedaba desarticulada, en esos países.
Tom, sin saber qué
hacer, porque nuevamente se les estaban cerrando todas las puertas, llama a
Adolfo, para que lo acompañe y este en consejo, le dice que lo mejor es que se
entregue, y así el puede empezar un proceso de rebaja de penas con EE.UU. Tom
enojado le dice que no lo ha llamado para eso, sino para que le organice bien
todos sus bienes que aún le quedan para que no se los quiten.
Durante esos días
recibe varios golpes. Con la captura de algunos de sus amigos en la ciudad de
Medellín, y uno de sus socios en Cuba y otro en México. Vuelve a llamar a
Adolfo, para que inicie entonces un proceso de entrega pero con los EE.UU.
Continuará...
Buscando una nueva vida...
Continuará...
Buscando una nueva vida...
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