Tal vez nos sentimos muy
superiores, considerando que somos seres únicos e irrepetibles, o tal vez sentimos
que nuestra personalidad es la mejor de todas y los demás deben respetarnos y
rodearnos, porque somos los que tenemos el sartén por el mango y el resto debe
girar alrededor mío.
Estamos en una época donde
el egocentrismo, la idolatría a nosotros mismos, la vanidad como esencia de
nuestras vidas y la prepotencia en nuestro actuar como modelo de vida, está
logrando que nos vean como superiores y nos traten con respeto y admiración,
porque así es como la sociedad actual quiere a sus ídolos, aquellos que ven por
encima de los demás, porque tienen un título, un puesto o una posición social
diferente.
Ese llamado “yoísmo”, se nota
en nuestras conversaciones; que fastidio dialogar con una persona que solo
hable de ella en la conversación, solo te dice sus logros, sus virtudes, como
le está yendo de bien en su trabajo, cuantas novias a conquistado o lo bonito y
adinerado que es su novio, parce ser que lo que le da lo demás es lo que lo
hace sentir valioso como persona, y lo peor, lo hace sentir superior a los
demás.
Y que decir en lo laboral,
peleas, envidias, disputas y malos comentarios entre compañeros de trabajo,
compitiendo por quien es el mejor, quien ha logrado las mayores cosas, quien
tiene más poder sobre el otro, y eso lo hace sentir grande y por encima de los
demás, donde se presenta esa disputa entre egos, que no logra que el trabajo en
grupo pueda prosperar de mejor forma y brindar mejores resultados para la
empresa o comunidad laboral.
Pero donde dejamos ese
egocentrismo en las relaciones, hasta en las parejas, se convive con una
competencia constante por quien tiene la razón, quien tiene el poder en la casa,
a quien es al que más quieren los niños, quien es el que entra más dinero a la
casa, quien ese el más responsable, es una competencia de EGOS, que nos está apartando
de la convivencia común, de ese sentido humano del que habla Aristóteles sobre
los seres sociables por naturaleza, ahora la naturaleza nos hace sociables y la
vivencia nos hace egocéntricos.
Y ni que hablar de las redes
sociales, personas que durante todo el día solo están diciendo lo que hicieron,
nos cuentan toda su vida desde que se despiertan hasta que se duermen y hacen
comentarios resaltando su belleza, su glamour, su hermosa personalidad, sus
fiestas y todo lo que hacen. Y sus relaciones sociales se disminuyen a
conversaciones en redes sociales.
Algunos
autores como Twenge han señalado que el aumento del narcisismo ha promovido una
tendencia generacional a valorar más el dinero, la imagen y la fama que la
aceptación de cada individuo y el sentimiento de comunidad.
Cada
vez hay un culto más grande a la imagen y esta tendencia puede generar
problemas psicológicos en las personas que no logren popularidad y aceptación
en las redes sociales. “A la gente se le olvida que el narcisismo no se trata
solo de ser ególatra sino que es una conducta potenciada por la inseguridad”,
afirma Jesse Fox, profesor asistente de la Escuela de Comunicación de la Universidad
del Estado de Ohio.
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