Hay docentes que llegan al
aula y no tienen ni idea de que tema van a tratar o en otras palabras no han
preparado, no conocen la temática y no saben hacia donde van a conducir a sus
estudiantes, que al poco tiempo están bostezando, durmiendo, hablando en la
clase o haciendo algún tipo de desorden que el docente propició sin darse
cuenta porque su actitud frente a lo que va tratar no es la acertada para
enseñar algo.
No tienen imaginación, no
tienen un enlace hacia lo que quieren y por lo tanto el objetivo que se planteó
para la clase, se va perder, lo que va pasar es que va intentar dar una clase
de forma magistral, de solo dictado, sin argumentos, sin didáctica, y sin
herramientas suficientes para llevar a cabo la competencia de ese momento.
Qué pensará un docente que
llega al aula sin saber qué es lo que va decir, y empieza a inventar cualquier
cosa y a obligar a los estudiantes a que escriban y escriban y luego aprendan
eso de memoria para un examen, será que piensa que está cumpliendo con su
trabajo y eso está bien. Pues esa parece ser la realidad de muchos docentes de
hoy.
Cuando un docente tiene
claro a que va al aula, cuál es su misión, cuál es su objetivo y hacia donde quiere
que vayan los estudiantes, se goza la clase, y los estudiantes también, se nota
un docente motivado porque sus estudiantes aprendan lo que él llevó para
enseñar.
Ese es el ideal de la docencia,
el poder llevar un buen mensaje de aprendizaje a los estudiantes que aprendan
algo, porque nosotros llevamos algo para enseñar y que eso que vamos a enseñar
es importante para la vida de nuestros estudiantes y lo cual puede utilizar en
su entorno real.
Si bien es cierto que cada
institución educativa tiene su currículo académico, es libertad del docente
utilizar su pedagogía y medios didácticos, para hacer comprender de la mejor
manera ese contenido y que pueda hacer una relación de ese contenido con su
vida y con su realidad.