En nuestra sociedad, los jóvenes cuando llegan a la
adolescencia, se les presentan muchas opciones, entre ellas el que pretenden,
entienden o se transforman en personas diferentes e inician una vida entorno a
lo que les rodea, propiciando espacios de integración y de una vida social más
constante, donde el interés por su aspecto físico y lo digan los demás de su
personalidad es para ellos muy importante en el desarrollo constante de su
vida.
Estas y otras cosas más, hacen que los jóvenes
entren a un sistema de valores sin autonomía y bajo la dirección de figuras
artísticas, cantantes, bailarines, deportistas y otros más que son el referente
para la sociedad juvenil. El problema a veces es que esto trae a ellos una
figura mal entendida de libertad frente a la vida, donde creen que tienen el
permiso de hacer otras cosas porque ya crecieron y se le van saliendo de las
manos a sus padres.
Entendiendo esto, debemos aprovechar que de una u
otra forma, tenemos a estos jóvenes en la escuela y que están ya en los grados
superiores que son 9,10 y 11 grado, donde debemos aprovechar la oportunidad de
brindarles una formación en valores que transforme su personalidad en seres
constructivos para la sociedad.
La
educación en valores de los jóvenes se debería averiguar qué valores están
viviendo los jóvenes ahora. Es decir: qué trato les ofrecemos; qué normas les
imponemos y qué posibilidades de participación les damos; qué lenguaje
utilizamos; qué libros leemos y cuáles les recomendamos; a qué dedicamos
nuestros mayores y mejores esfuerzos; qué tiempo, en cantidad y en calidad, les
dedicamos; qué ocio consumimos y a qué ocio les abocamos. Se trata de
averiguar, porque siempre el trabajo en valores es un ejercicio de autenticidad
y de transparencia, qué valores vivimos los que juzgamos dudosa la deseabilidad
de los valores que viven los jóvenes.
Claro
que no estamos solos. Así como el aire, los valores, está por todas partes,
aunque haya ambientes más sobrecargados de contaminantes que otros. Los
responsables de las instituciones educativas, los docentes, no pueden sino
ejercer la crítica abierta y sincera sobre ellos mismos y las instituciones de
las que forman parte y este es un proceso compartido y participativo: creamos
nuevo conocimiento incorporando la valiosa información que aportan los valores
que vivimos dentro de nuestras instituciones: valores de los alumnos, de los
profesores, de los grupos de trabajo, valores institucionales y organizativos.
El
alumno puede salir entrenado para ejercer la crítica con fundamento y para
optar libre y responsablemente por aquellos valores que son los puntales de un
desarrollo personal integrado y comprometido.
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